viernes, 13 de abril de 2018

SABER COMPARTIR


"Después de esto, Jesús se fue a la otra orilla del lago de Galilea (también llamado de Tiberíades). Mucha gente le seguía porque habían visto las señales milagrosas que hacía sanando a los enfermos. Jesús subió a un monte y se sentó con sus discípulos. Ya estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar la vista y ver la mucha gente que le seguía, Jesús dijo a Felipe:
– ¿Dónde vamos a comprar comida para toda esta gente?
Pero lo dijo por ver qué contestaría Felipe, porque Jesús mismo sabía bien lo que había de hacer. Felipe le respondió:
– Ni siquiera doscientos denarios de pan bastarían para que cada uno recibiese un poco.
Entonces otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo:
 – Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero ¿qué es esto para tanta gente?
Jesús respondió:
– Haced que todos se sienten.
Había mucha hierba en aquel lugar, y se sentaron. Eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó en sus manos los panes, y después de dar gracias a Dios los repartió entre los que estaban sentados. Hizo lo mismo con los peces, dándoles todo lo que querían. Cuando estuvieron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos:
– Recoged los trozos sobrantes, para que no se desperdicie nada.
Ellos los recogieron, y llenaron doce canastas con los trozos que habían sobrado de los cinco panes de cebada. La gente, al ver esta señal milagrosa hecha por Jesús, decía:
– Verdaderamente este es el profeta que había de venir al mundo. 
Pero como Jesús se dio cuenta de que querían llevárselo a la fuerza para hacerle rey, se retiró otra vez a lo alto del monte, para estar solo." 


La diferencia entre la multiplicación explicado por Juan y la de los otros evangelistas es, que aquí se realiza a partir de cinco panes y dos peces que presenta un niño.
Juan nunca habla de milagros. Él los llama "signos". Con ellos, Jesús nos quiere enseñar algo. Aquí, ante el hambre de la multitud, la solución se encuentra en el saber compartir de un niño. Es a partir de la sencillez que se solucionan los grandes problemas. Ante las necesidades e injusticias del mundo, tenemos la tentación de decir que nosotros no podemos hacer nada. Que con nuestra pequeña aportación no arreglaremos nada. Y con esta excusa nos inhibimos de todo. Jesús, a partir de aquellos cinco panes y dos peces, alimenta a toda la multitud.
No hemos de esperar a que los demás solucionen los males del mundo. Si sabemos compartir, aunque lo que tengamos sea poco, podremos hacer mucho.

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