jueves, 11 de agosto de 2016

EL PERDÓN


 "Entonces Pedro fue y preguntó a Jesús:
– Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano, si me ofende? ¿Hasta siete?
Jesús le contestó:
– No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el reino de los cielos se puede comparar a un rey que quiso hacer cuentas con sus funcionarios. Había comenzado a hacerlas, cuando le llevaron a uno que le debía muchos millones. Como aquel funcionario no tenía con qué pagar, el rey ordenó que lo vendieran como esclavo, junto con su esposa, sus hijos y todo lo que tenía, a fin de saldar la deuda. El funcionario cayó de rodillas delante del rey, rogándole: ‘Señor, ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.’ El rey tuvo compasión de él, le perdonó la deuda y lo dejó ir en libertad.
Pero al salir, aquel funcionario se encontró con un compañero que le debía una pequeña cantidad. Lo agarró del cuello y lo ahogaba, diciendo: ‘¡Págame lo que me debes!’ El compañero se echó a sus pies, rogándole: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.’ Pero el otro no quiso, sino que le hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda. Esto disgustó mucho a los demás compañeros, que fueron a contar al rey todo lo sucedido. El rey entonces le mandó llamar y le dijo: ‘¡Malvado!, yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo rogaste. Pues también tú debiste tener compasión de tu compañero, del mismo modo que yo tuve compasión de ti.’ Tanto se indignó el rey, que ordenó castigarle hasta que pagara toda la deuda.
Jesús añadió:
– Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada uno no perdona de corazón a su hermano.
Después de haber dicho estas cosas, Jesús se marchó de Galilea y llegó a la región de Judea que está al oriente del Jordán." 

El mensaje de Jesús es claro: debemos perdonar siempre. No hay falta que no debamos perdonar. Pero además, la parábola nos indica algo muy importante: el perdón del Padre está supeditado a nuestro perdón. Si nosotros no perdonamos, Él tampoco nos perdonará. Nuestras ofensas a Dios, son mucho mayores que las que puedan hacernos a nosotros los hombres. Si Él está dispuesto a perdonarnos todas nuestras faltas, también nosotros debemos estar dispuestos a perdonarlo todo.
El perdón nos cuesta mucho. Tenemos tendencia a la venganza, al rencor. No nos damos cuenta de que a quien hace daño el rencor, es a nosotros mismos. Perdonemos y recuperaremos la paz en nuestro corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario