miércoles, 27 de abril de 2016

LA VID VERDADERA


"Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. Si uno de mis sarmientos no da fruto, lo corta; pero si da fruto, lo poda y lo limpia para que dé más. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado. Seguid unidos a mí como yo sigo unido a vosotros. Un sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no está unido a la vid. De igual manera, vosotros no podéis dar fruto si no permanecéis unidos a mí.
Yo soy la vid y vosotros sois los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí nada podéis hacer. El que no permanece unido a mí será echado fuera, y se secará como los sarmientos que se recogen y se queman en el fuego.
Si permanecéis unidos a mí, y si sois fieles a mis enseñanzas, pedid lo que queráis y se os dará. Mi Padre recibe honor cuando vosotros dais mucho fruto y llegáis así a ser verdaderos discípulos míos."

Jesús se nos presenta como una vid. Pero no como una vid cualquiera, si no como la vid verdadera. Aquella vid que cuida el Padre. Aquella vid, de la que nosotros también formamos parte, de la que somos sarmientos.
Debemos tener claras dos ideas. La primera, que debemos dar frutos. No basta con decir que formamos parte de la viña. Hay que producir frutos. Si no, el Padre nos apartará de la viña. La segunda, que para dar fruto debemos estar unidos a Jesús. Sólo así podremos producir mucho fruto. Debemos estar íntimamente unidos a Jesús, no sólo de palabra. Debemos seguir sus enseñanzas y actuar como Él. Meditar su Palabra y ponerla en práctica. 

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