domingo, 2 de agosto de 2015

PAN DE VIDA


"Así que, al no ver allí a Jesús ni a sus discípulos, la gente subió a las barcas y se dirigió en busca suya a Cafarnaún.
Al llegar a la otra orilla del lago, encontraron a Jesús y le preguntaron:
– Maestro, ¿cuándo has venido aquí?
Jesús les dijo:
– Os aseguro que vosotros no me buscáis porque hayáis visto las señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros. No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna. Esta es la comida que os dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, ha puesto su sello en él.
Le preguntaron:
– ¿Qué debemos hacer para que nuestras obras sean las obras de Dios?
Jesús les contestó:
– La obra de Dios es que creáis en aquel que él ha enviado.
– ¿Y qué señal puedes darnos –le preguntaron– para que, al verla, te creamos? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: ‘Dios les dio a comer pan del cielo.’
Jesús les contestó:
– Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo. ¡Mi Padre es quien os da el verdadero pan del cielo! Porque el pan que Dios da es aquel que ha bajado del cielo y da vida al mundo.
Ellos le pidieron:
– Señor, danos siempre ese pan.
Y Jesús les dijo:
– Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed."

Tras la multiplicación de los panes la gente busca a Jesús. Ciertamente atrae a la gente. Jesús sigue atrayendo a la gente. Muchas veces se oye decir que Jesús es admirable, pero su Iglesia no. Nietzche afirmó que Jesús había sido el único cristiano. No iba desencaminado, porque todos los demás hombres, sus seguidores, debemos intentar ser como Él. Precisamente eso es lo que responde Jesús a los judíos que le preguntan que deben hacer. Les dice que crean en Él. Y creer en Jesús es intentar ser como Él, hacer lo que Él hacía. Él es el pan de vida. Cuando comemos, los alimentos pasan a formar parte de nosotros. Creer en Jesús es hacer que pase a formar parte de nosotros mismos, hacernos uno con Él. En ese momento, todas las demás cosas de la vida pasan a un segundo plano.
El camino para conseguirlo son la Eucaristía y la Palabra. Alimentarnos de su Cuerpo y de su Vida. Hacer de nuestra existencia una contemplación constante. Y eso no significa encerrarnos en una burbuja. Su Vida y su Palabra nos conducirán al otro, a nuestro prójimo. Él es Pan de Vida.

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