domingo, 4 de enero de 2015

PALABRA Y LUZ

" En el principio ya existía la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Por medio de él, Dios hizo todas las cosas; nada de lo que existe fue hecho sin él. En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han podido apagarla.
Hubo un hombre llamado Juan, a quien Dios envió como testigo, para que diera testimonio de la luz y para que todos creyesen por medio de él. Juan no era la luz, sino uno enviado a dar testimonio de la luz. La luz verdadera que alumbra a toda la humanidad venía a este mundo.
Aquel que es la Palabra estaba en el mundo, y aunque Dios había hecho el mundo por medio de él, los que son del mundo no le reconocieron. Vino a su propio mundo, pero los suyos no le recibieron. Pero a quienes le recibieron y creyeron en él les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los ha engendrado.
Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros lleno de amor y de verdad. Y hemos visto su gloria, la gloria que como Hijo único recibió del Padre. Juan dio testimonio de él diciendo: 
- A este me refería yo cuando dije que el que viene después de mí es más importante que yo, porque existía antes que yo.
De sus grandes riquezas, todos hemos recibido bendición tras bendición. Porque la ley fue dada por medio de Moisés, pero el amor y la verdad se han hecho realidad por medio de Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, nos lo ha dado a conocer."

El texto de hoy no es fácil. El Evangelio de Juan es el más simbólico, y este prólogo más.
Nos hemos de fijar en dos conceptos importantes: PALABRA y LUZ.
Jesús es la Palabra y la Luz que vienen a explicarnos quién es Dios. Por más filosofía, teosofía, ciencia que utilicemos, nunca lograremos saber quién es Dios. Jesús es el rostro de Dios, humano, el único que podemos ver. Él es el Hijo que nos muestra quién es el Padre. Pero al hacerse hermano nuestro por la encarnación, también nos hace a nosotros rostros de Dios.
A Dios no lo conocemos por la ley. Lo conocemos a través de los demás. Nos quejamos de la ausencia de Dios. Y olvidamos que Jesús es su palabra y su luz, y que lo podemos encontrar en los evangelios y en nuestros hermanos. Dios se nos acerca muchas veces cada día en el anonimato del otro. En aquellas palabras que nos dicen, en la sonrisa que nos dan.  Dios nos pide ayuda en la persona de los pobres, de los enfermos, de los marginados. La palabra y la la luz de Jesús rompen las tinieblas de nuestro egoísmo y nos hacen ver a Dios en todo. 
Seamos capaces de recibirle. Abramos nuestros oídos y nuestros ojos a esta Palabra y a esta Luz. Abramos nuestros brazos a nuestros hermanos y abrazaremos a Dios.

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